viernes, 1 de octubre de 2010

Born and raised


Originalmente publicado en www.lamaleta.blogspot.com el 30 de septiembre a las 23:25

Vaya, en unos minutos habrá terminado septiembre, el mes de la patria y entraremos a lo que los locutores de la radio llaman la recta final del año. Seguramente por los próximos meses no escucharemos esas rolas dedicadas al ser chapín, ni veremos más banderitas en los autos - a menos que juegue la selec-, se habrán acabado los ensayos escueleros de bandas, las batonistas y seguramente en los colegios y escuelas estarán a punto de quitar los altares patrios y de ponerse serios con la llegada de los exámenes finales. Ser chapín o guatemalteco, y todos los artículos acerca de esa característica de nosotros que nacimos en esta especie de pájaro territorial, quedarán en el olvido. Pero queda una duda por resolver... ¿qué es ser chapín? ¿qué significa?
En los últimos meses, con mi buen Juanma nos hemos dedicado -casi viciosamente- a preguntar a muchos de nuestros interlocutores, cinco cosas que nos hacen orgullosos de ser chapín, dando por resultado que la mara conteste: los paisajes, las tradiciones, los trajes "típicos", Tikal, el lago de Amatitlán y el de Atitlán, la multiculturalidad, la plurilingüalidad, los anuncios de tortrix, la cerveza gallo, el zacapa centenario, el teatro, el palacio, la Antigua, lo "emprededores" y "trabajadores" que somos... pero ¿realmente es eso ser chapín, guatemalteco? y más aún ¿de verdad nos sentimos orgullosos de vivir acá? digo, la mayoría ve hacia afuera, admiramos a los gringos, a los europeos, a algunos sudamericanos, y (shhh.. secretamente) a los mexicanos y nos sentimos orgullosos de esas deliciosas abstracciones culinarias, paisajísticas, bebidísticas, pero de verdad ¿estamos orgullosos de vivir en un país tan pobre? y bueno, algunos saltarán y dirán, pero si el país es rico, lo que pasa es que la mara es huevona, todo lo quiere gratis, especialmente aquellas comunidades que se han acostumbrado a vivir de la santa cooperación internacional... entonces ¿en qué quedamos? ¿somos emprendedores? ¿trabajadores? o ¿somos una partida de huevones?
Lo cierto es que sí, somos un país pobre, pobre de espíritu que nos dejamos llevar por la idea esta del "yo emprendedor" bajo la cual el obstáculo principal son los otros. Esos otros que se oponen al desarrollo del país son todos aquellos que no son nuestros "iguales", para los índígenas son los ladinos; para los ladinos, los indígenas; para las feminsitas los machistas y las iglesias; para los machistas las mujeres que han desarticulado la sacrosanta institución de la familia; para las iglesias las feministas y los grupos gays que atentan contra la moral y las buenas costumbres; para los grupos gays el obstáculo es el mundo heterosexual; para los ricos los pobres y para los pobres la pobreza, que intuyen, viene del control y dominio de los más ricos; para la capital, el interior y para el interior la capital... y la lista podría seguir y seguir. Al final de cuentas por una especie de obligación moral de decir "qué chilero es ser chapín" y autoconvencerse de que el país es de a huevo a pesar de los problemas, contestamos sí, estoy orgulloso de ser chapín, de ser guatemalteco. Obviamos entonces que somos un país lleno de poco-ciudadanos, decimos que somos solidarios -y no digo que no- sólo que no somos políticamente responsables. Le achacamos los males del país a los goberantes de turno, en estos años más que nada a Doña Sandrita por no ser como doña Wendy, y olvidamos que los problemas y todo aquello que nos avergüenza de ser chapines, son problemas estructurales. Algunos ejemplos: la distribución demencialmente desigual -e infernal- de la riqueza; el pésimo sistema educativo que se empeña en llenar a los estudiantes de ejercicios y memoria, y se niega completamente a impulsar a los chavos a imaginar, criticar y proponer; las iglesias que prometen el bienestar en el más allá, pero que para mientras en el más acá piden diezmos que prueben la voluntad de estar en paz con dios y con sus contradictorias leyes; el casi imposible acceso a la justicia y por lo tanto la desmesurada violencia a la cual ya nos acostumbramos; la participación ciudadana bajo la idea de ir a votar por el que tenga más pegajosos jingles y prometan terminar con todo esto en pocos años, en 4 años para ser más exactos.
Así, nos la pasamos diciendo que estamos orgullosos de las cosas, de las cualidades de los que son como nosotros y del "potencial" que tiene el país, un país rico en recursos que nos empeñamos en hacer mierda. Sí, dejamos que se violen las leyes, queremos que entre la inversión extanjera que no respeta los derechos laborales, nos oponemos a las manifestaciones y decimos que afectan a los que quieren trabajar por este país, a pesar de que cientos o más bien miles nos oponemos a las extracciones de minerales y a la explotación de los recursos, otros cientos o miles dicen que es oponerse al desarrollo... pero ¿de qué concepto de desarrollo estamos hablando? ¿qué entiende la mayoría por desarrollo? pos a decir verdad, en los pláticas acerca del ser chapín y el orgullo de serlo, la idea del desarrollo es tener. Tener cosas, bienestar, bajo un modelo muy, muy gringo de tener casa, carro, sueldos, puntos, un maridín que provea, una mujercita que sirva, niños lindos que jueguen al futból, nenas de moñas en los cabellos, etc. El desarollo es entonces tener, y al tener, podríamos estar orgullosos de ser chapines, porque el orgullo viene del tener, así de simple. Tener no solamente tradiciones, culinaria, pueblos indígenas con sus respectivos trajes e idiomas, si no tener plata, carros nuevos, ropa de marca, chupe garantizado cada fin de semana -claro, mínimo con gallo nuestra cerveza-, reconocimiento internacional y una serie de cosas más a las que aspiramos poseer, con las cuales queremos que se nos identifique. Ser chapín, to be born and raised in Guatemala, es entonces una aspiración, un algo que no sabemos qué es exactamente, pero que esperamos nos caiga del cielo. Los que se quejan de la violencia esperan que esta se acabe con mano dura; los que se quejan de la pobreza, esperan que a) sea la empresa extranjera y sus inversiones las que den desarrollo, es decir pisto, b) sea la cooperación internacional con sus proyectos, c) sea dios que venga en el jucio final a mandar al infierno a todos los malos... Ser chapín, entonces, es una idea, y sentirse orgulloso de serlo es una obligación moral para no quedar atrás de aquellos pueblos, como los mexicanos o los gringos (nuestros referentes más inmediatos), que se precian de estar orgullosos de haber nacido en territorios de fronteras, a lo largo de los siglos, cambiantes y relativamente -y recientemente- estables; pero también es una obligación moral con nosotros mismos, el decirnos, consolarnos con que ser de acá, haber nacido en estas tierras, no es algo tan mierda ni tan despreciable. De algún lado tenemos que agarrarnos para justificar ese orgullo y entonces volvemos a la espiral, al estar orgullosos del atol de elote y los tamales (que además decimos ser "nuestros"), de la multiculturalidad (que no practicamos), de los paisajes (que no defendemos y que contaminamos), de nuestra gente solidaria (que dejamos sea violada/violentada por la empresa extranjera, etc., etc., etc.

Luego de estos meses y controversiales pláticas acerca de la guatemaltequidad o la chapinidad, a la conclusión a la que he llegado, es que ser de acá es algo complicado. Uno no es de otro lado, jamás lo será, así consiga al hombre o la mujer de su visa o se vaya a vivir al extranjero (jeje), ser de acá es de alguna manera llevar impregnada la no-ciudadanía y la irresponsabilidad social, es ser indiferente a los demás, no pensar -o no querer asumir- que lo que pasa, que esta pinche realidad, es consecuencia de la manera en la que nos involucramos en la vida política del país. Ser de Guate es esperar soluciones mágicas, divinas, fórmulas violentas y definitivas que cambien la situación del país. Quizá esto nos viene de la conquista religiosa, de la anulación completa de la espiritualidad -no, ser parte de una iglesia/culto no es igual a ser espiritual- y de la idea de que pronto, todo, absolutamente todo, se solucionará. Y que las soluciones están en manos de otros, no en las nuestras.